miércoles, 23 de mayo de 2012

Creen haber encontrado mítica ciudad prehispánica

Ciudad Blanca está en la costa del Caribe de Honduras. La espesa selva no permite su exploración.


La Ciudad Blanca es una leyenda de la que muchos hablan sin haberla visto, cuyos primeros vestigios parecen haber sido detectados en la espesa selva de Honduras por un grupo de arqueólogos que confían en poder desvelar los secretos de una antigua civilización precolombina.

Tecnología de punta como el escaneo aéreo mediante láser, así como el aporte de científicos hondureños y estadounidenses hizo posible la detección, hace dos semanas, de lo que parecen ser los restos de esa legendaria ciudad sagrada, descrita por la tradición oral indígena e incluso en algunas reseñas de los conquistadores españoles como una urbe impresionante.

La Ciudad Blanca, que ha figurado también en textos escolares como uno de los lugares enigmáticos de Honduras, se cree que está oculta por una jungla espesa formada por imponentes árboles de 75 metros de altura, en el sector de La Mosquitia, en las costas del Caribe de Honduras.
Un "sistema de detección aéreo de luz y medidas de rangos" permitió visualizar en un terreno de unos 1 mil 500 kilómetros cuadrados "varios ríos en el interior de la jungla y una ciudad inmensa", dijo el gerente del Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH), Virgilio Paredes.

Puede tratarse, señaló el funcionario, de la "Ciudad Blanca, concebida como las ruinas de una población precolombina, que está protegida por un impenetrable y húmedo bosque tropical".

Para determinar con precisión "qué ciudad o qué cultura vivió" en ese lugar de La Mosquitia, en unos dos meses comenzará una exploración con el apoyo de universidades e instituciones sin fines de lucro de España, Estados Unidos, Francia, Japón y Reino Unido.

La Mosquitia es una región de gran riqueza natural conformada por lagunas, ríos, distintos tipos de bosques tropicales y que goza de una de las faunas y floras más diversas del mundo. Ubicada al este de Honduras, está habitada por cinco grupos étnicos: misquitos, tawahka, pech, garífunas y ladinos, y alberga más de 200 sitios arqueológicos.

Precisamente lo intrincado y apartado del lugar representa un grandísimo reto para los exploradores que pretenden descubrir los secretos que oculta esa jungla y dar con la legendaria urbe precolombina.

Avanzar un kilómetro en esas condiciones podría llevar años, aseguró Paredes, tras destacar que en la Ciudad Blanca "el hombre no ha puesto pie" desde hace siglos.

El proyecto de localizar e identificar esa ciudad comenzó hace dos años, precisó el funcionario, y añadió que el Gobierno del presidente hondureño, Porfirio Lobo, creará una fundación con fines de investigación para emprender la preservación del sitio.

El arqueólogo estadounidense Steve Helkins, quien dirigió la primera parte de la investigación, dijo al presentar sus resultados a Lobo, el pasado día 15, que en La Mosquitia hallaron vestigios de una "ciudad de gran magnitud", y que su descubrimiento podría ser "el más importante del siglo XXI".

Lobo expresó entonces que el descubrimiento "se debe tomar con prudencia", para que en un futuro "sea revelado en su totalidad y con certeza a la comunidad internacional" .

Algunas publicaciones dan cuenta de que el conquistador español Hernán Cortes hizo referencia a la Ciudad Blanca en 1526, en una carta que envió al rey Carlos V y en la que decía haber sido informado sobre una gran ciudad, comparable por magnífica con Tenochtitlán, en México.

Según los datos recogidos por distintas fuentes, los indígenas denominaban a ese sitio como Xucutaco (en Nahuat) y Hueitapalan (en maya), y Cortés renunció a ir debido a lo impenetrable de la selva.

La Ciudad Blanca se cree que fue abandonada por sus habitantes hacia mediados del siglo XVI, sin que se sepa con certeza las razones.

Hacia 1544, según algunos apuntes, el obispo español Cristóbal de Pedraza aseguró haber atravesado la selva de La Mosquitia y llegado a una montaña desde donde podía contemplar una ciudad indígena impresionante.

Otras publicaciones indican que el lugar estuvo en el olvido hasta 1939, cuando el estadounidense Teodore Morde aseguró haber estado en la Ciudad Blanca, de la que tomó evidencias, sin embargo no dio la ubicación por temor a que fuera invadida por saqueadores de tesoros.

EFE

jueves, 3 de mayo de 2012

Un fósil colombiano revela la serpiente gigante que acechó la Tierra


Jane O'Brien

BBC, Washington

El reciente descubrimiento de una monstruosa serpiente prehistórica ofrece respuestas sobre el pasado y plantea preguntas para el futuro.

Hace unos 58 millones de años, una víbora gigante se deslizó a través de las selvas pantanosas de América Latina y comenzó un reinado de terror.

Con un peso de más de una tonelada y 14 metros de largo, esta culebra gigante era capaz de tragarse a un cocodrilo entero sin mostrar siquiera un bulto.

Hace unos años, sin embargo, los científicos ni siquiera sabían de su existencia.

"Uno no espera encontrar una boa de 14 metros ni en los sueños más arriesgados. La serpiente más grande de hoy representa la mitad de ese tamaño",
dice Carlos Jaramillo, científico del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales y miembro del equipo que realizó el descubrimiento.



Se cree que la serpiente bautizada con el nombre de "Titanoboa" era pariente lejana de la anaconda y la boa constrictor, y no era venenosa (no necesitaba serlo).


En su lugar, aplastaba a su presa con una fuerza de constricción de más de 180 kilos por pulgada cuadrada: el equivalente al peso de un puente de Brooklyn y medio.

El Cerrejón, la mina de explotación de carbón a cielo abierto, en donde fueron hallados los fósiles.

Los fósiles quedaron expuestos por la excavación en la enorme mina de carbón a cielo abierto de El Cerrejón, en el norte de Colombia. En 2002, científicos habían descubierto en ese lugar los restos de una selva tropical de la era del Paleoceno; tal vez la primera del planeta.

Así como hojas y plantas fosilizadas, desenterraron reptiles tan grandes, que desafiaban a la imaginación.

"Lo que encontramos fue un mundo gigantesco de reptiles perdidos; tortugas del tamaño de una mesa de cocina y los cocodrilos más grandes en la historia de los registros fósiles",
dice Jonathan Bloch, un experto en la evolución de los vertebrados en la Universidad de Florida.

También hallaron las vértebras de una serpiente colosal.

"Después de la extinción de los dinosaurios, este animal, la titanoboa, fue el depredador más grande en la superficie del planeta durante al menos 10 millones de años", afirma el Dr. Bloch. "Este fue un animal importante en todo sentido de la imaginación".



Pero los científicos necesitaban el cráneo de la serpiente para llevarse una idea total de cómo lucía, qué comía y cómo podría relacionarse con especies modernas. El año pasado, un equipo se propuso encontrarla, con pocas expectativas de éxito. Debido a que los huesos de la calavera de una serpiente son tan frágiles, pocos sobreviven.


"A diferencia de nuestras calaveras, las de las serpientes no están fusionadas. En cambio, están conectadas con tejido", señala el Dr. Jason Head, especialista estos reptiles de la Universidad de Nebraska.

"Cuando el animal muere, el tejido se decompone y todos los huesos individuales generalmente se dispersan. Son muy delgados y frágiles también y con frecuencia son destruidos. Gracias a que la titanoboa es tan enorme y los huesos de la calavera tan grandes, se trata de una de las pocas serpientes que llegan al registro fósil".

Para su asombro, el equipo recuperó los restos de tres calaveras, con los cuales el reptil pudo ser reconstruido con exactitud por primera vez.

Desde ahí, fueron capaces de obtener una mejor sensación de cómo vivía y lucía la titanoboa. Ahora hay una réplica de tamaño natural en el Museo Smithsonian de Historia Natural en Washington, que comenzará una gira a nivel nacional en 2013.

Aparte de la emoción de descubrir una nueva y enorme especie de serpiente, el reptil puede decir mucho a los científicos sobre la historia del clima de la Tierra, y ofrecer un vistazo de los posibles efectos del actual calentamiento global.

Las serpientes no son capaces de regular su propia temperatura y dependen del calor externo para sobrevivir.

"Creemos que la titanoboa alcanzó este gran tamaño porque era mucho más cálido en el ecuador después de que los dinosaurios murieron hace 60 millones de años", afirma Bloch. "Pensamos que por eso los reptiles eran en general más grandes.

Esa habilidad para desarrollarse en un clima caliente podría ser relevante en el caso de que las temperaturas globales se eleven según las proyecciones de los científicos especializados en el clima, agrega Bloch.

"Es la prueba de que los ecosistemas pueden prosperar a temperaturas de los niveles que se están proyectando en el curso de los próximos 100 ó 200 años".


Retorno de la titanoboa?

Pero los cambios climáticos que produjeron la titanoboa tomaron millones de años. Los científicos tienen menos certeza acerca de los efectos del cambio repentino de temperatura.

"La biología es asombrosamente adaptable. Los climas y continentes cambiables son el combustible de la evolución. Pero las cosas que ocurren muy rápidamente pueden resultar en los tipos de cambio que podríamos no ver muy positivamente",
señala Bloch.

Del mismo modo que son más calientes, los niveles de dióxido de carbono también eran 50% más altos durante el periodo de la selva de Cerrejón.

"Una gran lección que estamos aprendiendo de los fósiles en Cerrejón es que las plantas tropicales y el ecosistema en general tienen la habilidad de hacer frente a las altas temperaturas y los altos niveles de dióxido de carbono, otra importante preocupación con la actual tendencia del calentamiento global", expresa el Dr. Jaramillo.

"Quizás las plantas y animales de los trópicos de hoy ya tenían la capacidad genética de lidiar con el calentamiento global".

¿Significa eso que la titanoboa podría regresar algún día?

"Al aumentar la temperatura, existe la probabilidad de que regrese", dice Jaramillo. "Pero toma tiempo geológico desarrollar una nueva especie. Podría tardar un millón de años, ¡pero tal vez vuelva!".